domingo, 19 de marzo de 2017

La casa vasca o “etxe” (Parte II)


Centro vasco Laurak Bat ejemplo de arquitectura tradicional vasca en la ciudad de Buenos Aires

La casa vasca o "etxe" fue, antes de la llegada del cristianismo, también cementerio; y luego de la llegada de éste, poseía las tumbas de sus antiguos moradores junto o dentro de la Iglesia (en un sitio que les era propio, una extensión de la casa dentro del templo), en cuyo caso las losas que las cubrían, llamadas "Yarleku", poseían inscripciones donde se mencionaba la casa a la que pertenecía el difunto. También quedaron algunos vestigios pre-cristianos tales como enterrar a los bebés no bautizados a un costado del huerto familiar o bajo el alero, y enterrar a las personas con conductas "no cristianas" también debajo del alero.

Yarlekus en la Parroquia de San Bartolomé de Amezketa

Las velas, suelen dejarse como ofrendas, para iluminar a los muertos en su vida subterránea; y la comida, para que se alimenten las almas.
Solía estar prohibido dar tres vueltas seguidas alrededor de la casa, porque que lo estaba respecto del cementerio y de la Iglesia.
Las Argizaiolas son tallas en madera en donde se enroscan velas y se dejan prendidas como tributo, costumbre que aún hoy persiste en algunos lugares.

Argizaiola
Argizaiola
Argizaiola moderna

La estrecha relación de la etxe, la iglesia y el cementerio, estaba dado por el carácter sagrado del camino que los unía, llamado elizbide, ilbide, andabide y de otros modos, de acuerdo al pueblo. Cada casa tenía el suyo, que podía coincidir total o parcialmente con los de otras casas. Por él se conducían los muertos de la casa al cementerio, en él se quemaba el jergón donde había fallecido la persona mientras las exequias se llevaban acabo en la Iglesia, y en él se hacía el fuego ritual alrededor del cual se rezaba una vez hecho el entierro.

Centro vasco de Mar del Plata, otro ejemplo de arquitectura vasca en la Argentina

La casa tradicional vasca es una institución de carácter económico, social y religioso; con una familia que es su moradora actual pero que se halla en comunión con los antepasados. De este modo es portadora de una tradición que la trasciende y posee funciones religiosas irrenunciables. Todo esto ha hecho que las casas gozaran de protección legal en los fueros o leyes vascas civiles: la casa era inviolable, gozaba de derecho de asilo y era transmitida íntegra e indivisa dentro de la familia (tanto si el heredero era varón o mujer); siendo recinto sagrado y lugar de morada de vivos y muertos. Todas las casas se hallaban en pie de igualdad, eran igualmente inviolables e igualmente respetables sus moradores, quienes ejercían como representantes temporales de las instituciones que la casa representaba, estando por lo tanto investidos de iguales derechos y deberes en todas ellas.
El derecho de asilo, que estaba reservado a los templos, era reconocido a las casas vascas. Por ejemplo ningún bizkaino podía ser preso por deuda que no proviniera de delito, ni ejecutada la casa-morada, armas, ni caballos. Ningún ejecutor podía acercarse hasta cuatro brazas de distancia contra la voluntad de su dueño, salvo con escribano y sin arma, y sólo para inventariar los bienes ejecutables.

Espero que les hayan parecido interesantes estas notas sobre la relación entre lo temporal y lo eterno, lo sagrado y lo profano, la vida y la muerte, lo individual y lo social, representado todo por ese nudo simbólico que es la etxe.



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